Humano, hombre, delirante, soñador, amador de la vida... reposado en la orilla. Observa el agua, mira la bóveda celeste reflejada en ella. Incapaz de ser águila, avión, transbordador espacial. Innato para volar imagina al lago como cielo, entra en el trance. Se quita sus ropas, sus zapatos y se sumerge lentamente en la tibia creación de vida. Incorpora gran cantidad de oxigeno y se zambulle. Vuela según su realidad... se aleja de la Tierra. La oscuridad se lo devora, la respiración pasa a ser una necesidad consiente, escasa, pero no regresa. Se despide de la gravedad, del amor y la vida. Contempla su milagro, alimenta su ego y su deseo hecho realidad. Tiembla de alegría y miedo. Delira y se pregunta si sigue en el lago o el lago en si se convirtió en el cielo ahora tan lejano llamado espacio. Su mayor anhelo seria la repetición infinita de este momento pero el tiempo avanza... y nunca para. Su ritmo disminuye, un falso sueño lo invita a cerrar sus ojos y allí muere, entre las estrellas y los peces.
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